jueves, 4 de diciembre de 2008

Elegance And Style

Se trata de elegancia y estilo. No del qué, ni del por qué, sino del cómo.
Sobran los motivos, faltan razones. Pero...
Pero, ¿las formas? ¿Qué cojones? ¿Quién cojones?
Speak the words they wanna hear. Palmaditas en la espalda; y la conciencia grita menos. Make your demons run.
Formas. Una cama, Ella; y un sofá, con ella. No así. No es lo mismo.
Y para rematar la faena, los reproches. (¿Cuántas palmaditas son necesarias para invertir la conciencia?)
Reproches. No hemos hecho nada. Nunca. Se fueron las noches, las lágrimas, los abrazos, los ánimos, de tu recuerdo. Nunca velamos, nunca lloramos, nunca sufrimos...
(Maldito hijo de puta cobarde. ¿Quieres más palmaditas en la espalda? El filo de mi navaja parece agradable al tacto).
Elegancia y estilo. If they only knew.
Bien o mal. Mal. Tú elegiste. El mundo es un pañuelo, y en cada pliegue te encontraré, y tú me encontrarás.
Ni tan siquiera en La Muerte: un cristal que separa dos vidas, dos tiempos, Pasado y Presente. Rehuiste el mirar. Sin Pasado no hay Futuro, ya lo verás.
Mal. Tú elegiste. Risotadas (infames) y carantoñas (impúdicas), y a unos metros de ti, caían, presas del Dolor, casi todas las demás hojas del árbol herido. Refrescaste, a unos metros de un montón de hojas rabiosas, tu gaznate: refresco de cola y deshonor. Nosotros preferimos tragar nuestro llanto: refresco de odio. Tú elegiste. Mal.
Y ahora, ¿qué? Speak the words YOU wanna hear. El mundo es un pañuelo. Reproches ajenos, nunca estuvimos allí, nunca hicimos nada.
Fuck you.
Se trata de elegancia y estilo. No del qué, ni del por qué, sino del cómo.
En fin...

jueves, 16 de octubre de 2008

And round, and round, and round...

¡La de vueltas que da la vida! ¿A que sí?

El pasado lunes 6 (de este mes de octubre) disfrutaba junto con mi mujer (suena raro, ¿eh?) del último día de permiso por matrimonio en el trabajo. Decidimos pasar el día entero en Madrid centro, pues hacía siglos que no bajábamos...

Así que después una visita guiada por el Palacio Real, y de comer en un garito de la Gran Vía, nos fuimos a dar una vuelta por la Fnac (siempre me pregunto por qué decimos "la" Fnac y no "el " Fnac) para ojear los libros, discos, etc... Una hora después ya estábamos hartos de babear ante tanta publicación, así que pensamos en tomar un cafecito en cualquier cafetería de Callao. Mientras Cris entraba en los aseos, yo me bajé al hall (en la planta baja, claro) a esperarla.
Y el caso es que estoy allí pasmado, esperando, y de repente veo a alguien pasar delante mía, a unos tres metros. De refilón, y casi de espaldas, ya; pero algo en esta persona me resultó jodidamente familiar.
Estuve a punto de no moverme porque pensé: "es imposible". Inma vive en Buenos Aires desde hace siete años. ¡Siete años sin vernos!
Así que me libré de mi empanada mental y andé hasta las escaleras mecánicas. Y, efectivamente, subiendo en ellas, estaba Inma.

Parece una tontería, ¿eh? Pero, ¿cuántas veces habremos estado en el mismo espacio, reducido, con alguien conocido a quien hace mucho que no vemos, y no nos habremos percatado siquiera?

Pasamos una hora, aproximadamente, tomando café y hablando de mil y una cosas, cosas felices, cosas tristes, cosas dolorosas y cosas triviales. Compartiendo vivencias, recordando caras, nombres...

¿Un encuentro, acaso, fruto de la casualidad? No.

La vida gira, y gira, y gira...

lunes, 13 de octubre de 2008

One with the mountains...


Ante todo, ¡hola! Qué ganas tenía de disponer de alguna tarde libre para ir actualizando este olvidado blog mío (que por otra parte, no lee nadie, así que tampoco era tan necesario).

En segundo lugar, quería aprovechar este espacio para dar las gracias a todos y cada uno de vosotros, que habéis hecho de estos últimos meses un pedazo de mi vida algo más llevadero. Gracias por vuestro ánimo, vuestro apoyo y vuestra ayuda, en asuntos tan dispares como la muerte de un ser tan cercano y querido como es una madre; como la preparación de una magnífica despedida de soltero, o la celebración de una boda de campeonato. Por todo ello, amigos, gracias de corazón.

Porque ya son siete los meses que han pasado desde el pasado 13 de marzo, fecha maldita en que mi madre dejó de sufrir. Como decía mi hermano Rydwlf, una llama se extinguió. Una llama de lucha, y de dolor, y de sufrimiento. ¡Cuán difícil es poner de acuerdo a la cabeza y al corazón! Qué fácil es ver las cosas, y opinar, no sin razón, desde fuera, cuando el asunto no nos toca de forma directa. ¡Ay! Pero otro gallo canta cuando es uno mismo el que sufre el avatar en sus propias carnes. ¡Cómo cambia la cosa! Con siete meses de perspectiva, no sé aún qué pensar. La muerte le supuso a mi madre el ponerle fin a una puñetera existencia marcada por la enfermedad degenerativa, por el dolor y, finalmente, la desesperación. Porque, ¿os hacéis una idea de lo que es yacer en una cama, con la movilidad del cuerpo reducida en un 90%, durante casi tres putos años? ¿Una sola idea? Para el yaciente, y para el que está alrededor.
Visto el tema desde este punto de vista, es fácil pensar que la muerte es un alivio, una puerta hacia la paz y el descanso, para unos y para otros.
Pero, por otra parte, ¿no es innato al ser humano (al ser vivo diría yo) ese afán por seguir vivo, esa lucha, esa necesidad de sobrevivir, aunque ello implique malvivir? ¿Cómo poder abstraerte de tu condición de hijo, de tu puto corazón que late cada minuto por y para esa madre enferma, para hacer de la razón, de la lógica, tu bandera?
Creedme, amigos. Es difícil. Mucho.
Pero como dije una vez, en una entrada anterior, los golpes endurecen el cuerpo y, al final, dejas de sentirlos. O al menos, duelen menos. O al menos, sabes encajarlos mejor. Mejor, desde luego, que aquéllos que viven en un mundo de color rosa. Bienaventurados...

Así pues, rindo desde aquí en esta entrada, la primera de muchas que escribo desde hace meses, rindo, digo, homenaje a mi madre, que se marchó el 13 de marzo de 2008. Os dejo con estas letras que he escrito durante estos meses, sin pretensiones, sencillas, que en forma de canción, recuerdan a Asunción.
Te quiero, wherever you are...

“I hear your voice now
I look ‘round, nobody’s here
Rings of smoke dance with the trees
The wind cries out your name…

When tears fall down the eyes
And Winter’s warmer than the heart
One ray of Sun so we can see
You’ve turned into Forever green
Now you are One with your Mountains…”

D.E.P.

miércoles, 6 de febrero de 2008

De todo un poco...


...como en la botica. Como diría nuestro amigo Jack El Destripador, vayamos por partes.

AYUDA Y CABALLEROSIDAD

Yo no sé vosotros, pero yo cuando ayudo a alguien lo hago desinteresadamente. Es cierto que en alguna ocasión lo hicimos, hemos hecho, hacemos o haremos por interés, y teniendo en cuenta beneficios que nos pueda reportar en un futuro nuestra acción. Pero os juro que el 99,99% de las veces mi ayuda es totalmente desinteresada.

Os contaré mi caso. Alguien a quien no conozco (a partir de ahora X), amigo de confianza de otra persona muy cercana a mí (a partir de ahora P), me ha prestado su ayuda en un tema bastante importante.
A mí me han enseñado que es de bien nacido ser agradecido; en seguida pensé obsequiar a X y P con sendas botellas de Ribera del Duero Gran Reserva del ’95, bodega de prestigio, casi 60€ por botella.
Cuando el tema quedó resuelto se me presentó la ocasión, y contacté con esta persona X casualmente, y le mostré mi agradecimiento, en la medida que las palabras permiten hacerlo. X me dijo que me dejase de gracias, y que le debía una comida. “Ok”, pensé. Invito a comer a X y P en lugar de comprarles el vino.
Ya me pareció algo grosero que alguien a quien conozco me “exija” una invitación a comer. Joder, soy yo el agradecido, déjenme que agradezca como me dé la gana ¿no? Aún así, hablo con P y le comunico mi intención de que en breve vayamos a comer a un buen restaurante cercano a mi casa X, P y yo. Pues no.
Resulta que si X me exigía invitarle a comer a modo de agradecimiento (es alguien a quien conozco, quiero recalcar, me parece ridículo sentarme a la mesa con alguien con quien no tengo nada de qué hablar), ahora P me exige que también invite a la mujer de X, y a otra persona conocida de P (a partir de ahora PPHDLGP) a quien odio con todas las fuerzas que me permite mi forma de ser. Le digo a P que ni de coña, que ya no sólo es grosera toda la situación, que ya no sólo no pintan nada la mujer de X y PPHDLGP, sino que es que además no puedo invitar a tanta gente, pues no soy el Banco de España; no me lo puedo ni quiero permitir.
Pues para añadir más surrealismo a todo este rollo, me entero hace dos días de que es una imposición de X que al menos PPHDLGP asista a esa comida, y que si no es así, él no se presenta a la misma. Y además dice que si lo llega a saber, no me ayuda...

Veamos. Tal vez soy yo, que no me entero de cómo funciona el mundo.
Tal vez es mi culpa pero... ¿puede decirme alguien de qué coño están hablando?
No lo entiendo.
Me siento absolutamente humillado, me siento como si hubiese tenido que rogar una ayuda que no he pedido, y que creía desinteresada, y que encima ahora decepciono a alguien porque estoy haciendo algo mal.
¿Qué estoy haciendo yo mal?
¿Qué esperaba X de mí? Que si lo llega a saber, no me ayuda. Si llegas a saber ¿qué? ¿Que no quiero invitar a comer a alguien a quien odio, como PPHDLGP?
¿Quién eres tú, X, para exigirme a mí en qué gastarme mi dinero?
¿Para qué o por qué ayudas tú a la gente? ¿Para sentirte moralmente por encima de ellos? ¿En plan gallito? ¿Para demostrar y ejercer tu poder?
Perdonadme, pero no entiendo nada. Y me siento humillado, porque encima de todo esto he de enterarme por terceros, ya que se me critica a las espaldas.
Ayuda y Caballerosidad.
¡Idos a la mierda!

SEIS AÑOS Y OCHO MESES

Es el tiempo que he llevado mi piercing en la lengua. Ayer me lo quité con motivo de la endodoncia que me practicaron, y al salir de la clínica lo tiré a la basura.

No sé muy bien cuáles fueron los motivos que me llevaron a perforarme la lengua, ni cuáles me han llevado a deshacerme del piercing ahora. Lo cierto es que tanto los tatuajes como los piercings me han llamado siempre la atención, siempre me han resultado atractivos visualmente.

Recuerdo perfectamente aquel día de mayo del 2001.
Puede ser que al ser tres los que nos lo hicimos nos animásemos los unos a los otros; de otra manera, creo que me hubiese dado miedo entrar en el centro de tattoos.
No me molestó en exceso, y ciertamente me sentí bastante contento, pues me gustaba cómo me quedaba. Imagino que me daba un aire “roquero” o algo así, jeje, ya sabéis.

Pero bueno, ha pasado mucho tiempo desde entonces, y lo cierto es que no puedo decir que me haya cansado del tema. Simplemente, creía oportuno no volver a ponérmelo.
Tal vez como una forma de dejar atrás una etapa de mi vida. Pudiera ser...

En cualquier caso, no me arrepiento de lo que hice, ni de lo que he hecho.
Adiós, lengua perforada. Hola, lengua primigenia.

LA TV ME ALUCINA: BICICLETAS Y BORRACHOS

Gracias a mi amigo The Rake me entero del ya famosísimo caso de Enaitz: el chaval circulaba con su bicicleta cuando un automóvil le arroyó, matándole...
Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Puede alguien decírmelo?
Porque no he sido capaz de encontrar la misma noticia dos veces en la web, ni de escuchar lo mismo dos veces en TV.
Lo único en lo que todo el mundo está de acuerdo es en que el personaje que atropelló a Enaitz y más tarde denunció a los padres de éste para reclamarles la cuantía de los daños de su caro vehículo es un cerdo asesino que circulaba borracho y por encima de la velocidad permitida.
Yo no estuve allí y poco puedo juzgar lo que no he visto. Pero puedo sacar al menos tres conclusiones de todo esto que se lleva diciendo y debatiendo desde hace días. Trataré de explicarme bien para que no se malinterpreten mis palabras.

Uno: los medios en general y la TV en particular han hecho del caso un ejercicio del más burdo sensacionalismo barato. ¡Qué tratamiento de la muerte de un chico de 17 años! Absolutamente nauseabundo, parcial y premeditado. Porque lo que me parece curioso es que en todos los medios se ha tratado del tema partiendo de verdades universales como que el tío circulaba a grandísima velocidad (hasta 173km/h) y borracho, alienando la opinión del personal. Pero que yo sepa...

Dos: eso está por demostrar, ya que es la versión que (comprensiblemente) defienden los padres del chaval quienes dicen contar con nuevas pruebas, y que por eso lucharán para reabrir el caso y que el tío éste del Audi sea juzgado y procesado. Pero hasta que se demuestren estas cosas (la alta tasa de alcoholemia y los ciento setenta y pico kilómetros por hora) hay un atestado policial que no dice eso, y que de momento es válido. Porque me parecen dos hechos totalmente diferenciables y diferenciados: una cosa es que el tío condujese pasándose las normas por el forro, y otra cosa es que el chaval de la bici incumpliese también alguna medida vial. Porque, ¿qué diríamos si Enaitz se hubiese saltado un “stop”? ¿Seguiría siendo el chulo del Audi el asesino?
Me pondré como ejemplo: antes de ayer circulaba por el carril derecho de una vía ancha en Móstoles. El límite de velocidad es de 50km/h, pero yo circulaba a 60km/h, ¿ok? Con lo cual estaba excediendo el límite de velocidad. De repente surgió un tío que cruzó un paso de cebra (estando en color rojo el muñecote del semáforo, verde para mí) estando yo a pocos metros, obligándome a frenar considerablemente para no atropellarle. En caso de haberlo hecho, ¿sería yo un asesino? Circulaba más deprisa de lo que debía, ¿no? Yo desde luego lo tengo claro: la culpa habría sido completamente suya, porque yo sí tenía permiso para estar circulando, pero él tenía la obligación de estarse quietecito, independientemente de la velocidad a la que yo circulase.
Con esto lo que quiero expresar es que en mi opinión, si Enaitz se saltó un “stop” (que no digo que lo hiciese, sólo formulo este condicional porque es una de las versiones que he leído en algún foro de la red, aunque no he podido confirmarlo) el tío del Audi no lo asesinó: se mató él solito.
Sin embargo, esto no impediría que el menda del Audi...

Tres: sea un gilipollas integral y un cretino de primera. ¿Quién coño denuncia a los padres de un chaval que ha muerto bajo las ruedas de su coche, sea de quien sea la culpa? Denota una falta de humanidad, de empatía, de respeto... me faltan las palabras. Sigo con el ejemplo de antes: si yo hubiese atropellado a ese tío que se pasó el muñeco rojo por los huevos, y él hubiese fallecido, no hubiese sido mi culpa, eso lo tengo claro. ¡Pero tampoco le habría reclamado a su familia los daños de mi coche! Me habría peleado hasta el infinito con mi seguro, me hubiese tocado joderme y comprarme otro coche... Pero en ningún caso hubiese denunciado a sus padres. Me parece increíble.
El tío éste del Audi (parece un hecho probado y comprobable que posee un interesante historial de multas por excesos de velocidad y positivos en alcohol) ha demostrado ser un ente execrable, un impresentable y un prepotente, amén de un paleto chulesco: las entrevistas en las que se reía del tema haciéndose la víctima lo evidencian, y sus palabras no se pueden manipular...

Resumiré: con este caso de Enaitz (que no es un caso único en nuestro país), lo que me queda aún más claro que nunca es que hay mucho ornitorrinco suelto en cuyas manos un coche se convierte en un arma de destrucción masiva; que la TV manipula la opinión pública en pos del morbo y el share; que lo que hace falta en este país es una educación vial de la que adolecemos, desde el principio, desde las guarderías, para que sean cada vez menos los que conducen después de beber, para que sean menos los que se saltan “stops”y pasos de cebra con muñecos en rojo, para que todos seamos conscientes de lo que es un coche, y una bici, y para que no sigan muriendo niños de 17 años en las carreteras...

PARA TERMINAR

Unas palabras de I am the Walrus, de The Beatles:

“Sitting in an English garden waiting for the sun
if the sun don’t come you get a tan
from standing in the English rain”

Salud y Fuerza...

jueves, 10 de enero de 2008

Fotos Varias

He añadido una presentación con varias fotillos que quería compartir con vosotros.
Saludos!!!

miércoles, 2 de enero de 2008

Las Cosas Pequeñas


Las cosas pequeñas.

Pongo siempre un ejemplo de cosecha propia.

Imaginad que todos los días, debido al motivo que fuere, cruzáis un pequeño parque, en el que hay alguna planta, unas flores, un banco...
Imaginad que un día alguien planta una pequeña rosa junto a las otras flores. ¿Os percataríais? Seguramente no.
Imaginad que así, cada día de la semana, cada mes, durante un año entero, alguien sigue introduciendo pequeños cambios en ese parque: otra pequeña flor, unas piedras de colores, se planta un árbol o se pinta una balda del banco...
Casi ninguno de nosotros se daría cuenta de los cambios, al menos hasta transcurrido un buen periodo de tiempo, y sin embargo estaríamos cruzando un parque absolutamente nuevo y diferente respecto al del primer día.

Pues pienso que de la misma forma los grandes cambios que se llevan a cabo en la vida parten de cambios pequeños que sumados unos a otros suponen una gran transformación. Algo así como “little changes lead to big changes”.

Las cosas pequeñas, ésas que a veces pasan inadvertidas a nuestros ojos, y que sin embargo son el génesis de algo más grande.

Un trago de buen vino. El recuerdo de un pequeño Renault Cinco. Encontrarnos a Esther en el Media Markt (¡felicidades!), y rescatar rostros perdidos en la memoria. Un zapateado improvisado a 90kms de casa. Un sobre olvidado...

Cosas pequeñas.
Cosas que importan.

A todos los que pudieran llegar a leerme, a aquellos que seguro me leen, y a los que nunca lo harán: ¡feliz año nuevo! Año 2008, un año de cosas pequeñas y grandes cambios...

23:45h


Sabes que va a ocurrir, y no hay nada que puedas hacer para impedirlo.
Puedes sentirlo en el aire, en tu respiración, en tus ojos.
Es como una imagen jamás vista que estalla en miles de pedazos hiriéndote el alma.
Sabes que va a ocurrir, y que no puedes fingir; nadie lo hará.
Te sientas, bebes con desgana, te ahoga la acritud de tu propia saliva.
Resbalan por tu garganta las lágrimas que lloras por dentro, quemándolo todo a su paso.
Mueren los últimos atisbos de alivio, y miras su rostro.
Sabes que va a ocurrir, y acaba ocurriendo. Ocurre. Y duele.
Adiós.