viernes, 11 de mayo de 2007

La Anunciación


Quería que la noche fuese perfecta. Así lo necesitaba. Llevaba meses dándole vueltas al asunto, y por fin llegaba la noche...

La carta mostraba una buena selección de manjares; eso sí, el precio era algo elevado. Aún así, hay veces en que el corazón grita más alto que la cabeza -en mi caso, ocurre demasiado a menudo- y cuando la ocasión bien lo merece, el dinero es la última de las preocupaciones.

Como en una nube, conversamos largo y tendido mientras se sucedían las idas y venidas del mètre, degustando el fino sabor del buen vino que se diluía entre las palabras...

Cuando quise darme cuenta había llegado el momento. No había nada escrito, nada planeado. Desapareció el mundo. Huyeron los demonios ante el Ángel cuando el corazón me dio la señal. Aún tenía resto de dulce sobre los labios. Abrí la bolsa de plástico, saqué el sobre y se lo acerqué a las manos: pedazos de mi alma; mi pasado, presente y futuro, convertidos en tinta y vertidos sobre el papel. Letra de letrado, renglones divinos. Biseccionado el espíritu ardiente, bebí sus lágrimas con la mirada. La cajita en mis manos; brotaron en mi boca las cuatro palabras más bellas jamás pronunciadas. Ruego, compromiso, ofrenda: La Anunciación...
Más tarde, en la habitación, descansaban nuestros cuerpos en comunión. La abracé, y sentí su profunda respiración dormida sincronizar con mis pulmones. Deslicé mi mano bajo las sábanas, hasta llegar a sus dedos. Y sí, allí se hallaba aún. Uno para dominar mi corazón. No había sido un sueño...

No hay comentarios: