viernes, 17 de agosto de 2007

Sabor amargo


A pesar de que aprieto mis dientes con mucha fuerza, quedan resquicios por los que escapa el pesar, disfrazado de gemido.

Saliva y bilis.

Como si de un saco de arena se tratase, sigues golpeando mi cuerpo con violencia; sin embargo, escupes palabras vacías bañadas en lágrimas que, a modo de sellante, casi funden en uno tu rostro y esa patética máscara de victimismo con la que ocultas tu ego paranoide.

Imagino que en tu mundo paralelo de palabrería barata es fácil convencer al medio sordo, o al que oye lo que quiere oir.

Saliva y bilis.

Mezcla maldita, amargura líquida que seca y quiebra mi garganta, donde se ahogan gritos de furia jamás liberados.
Bilis que llega hasta mis putos ojos, que se enrojecen y claman justicia.

Saliva y bilis, y sangre.

Mis palabras, sosegadas en principio, trataron de hacerte ver la luz. ¿Y cómo me lo agradeces?

Golpeando una y otra vez mi mente, como un boxeador que se entrena para el último gran combate de su vida.

Quieres fantasmas, quieres años perdidos.

Yo te ofrezco saliva y bilis, y sangre: palabras salvajes, labradas más que articuladas, que viertan en tus oidos un mensaje amargo, mas sincero y sentido, necesario y desesperado.

Real.

Saliva y bilis que se acumulan en mi boca herida, para acabar con los fantasmas.
Y con los frutos del Odio...