jueves, 17 de mayo de 2007

Descontrol


Cada día peor.

Tengo la cabeza cada día peor.

Ayer me dejé la cartera en su bolso, por supuesto con toda la documentación.

La gente que me rodea, esto es, gente del trabajo, ella misma, valora muy negativamente este hecho, casi como si del lanzamiento de una puta bomba nuclear se tratase.
-¡Para que te pare la guardia civil sin carnet de conducir! -dicen.
-¡Sin documentación por ahí! -prosiguen.
-¿Y si necesitas dinero? -rematan.
Etc... etc...
Pero yo no le doy muchas más vueltas al asunto. Es decir, me jode porque por supuesto podría tener consecuencias: solo me ha parado la guardia civil 2 o 3 veces en 5 años como conductor, y es altamente improbable que lo haga hoy, pero podría ser así. Así que sí, me jode. Y también me jode porque es otra muestra (más) de que tengo la cabeza en otra dimensión.
Pero es que por otra parte, no puedo hacer nada hasta que la vea. Está hecho, ¿ok? Así que... ¿para qué rayarme más de la cuenta? Hay cosas de verdad importantes...

Imagino que esa es la base en la que se sustentan los agoreros para calificarme de pasota. Pues miren, sí. Si por pasota se entiende a aquél que no martiriza a los demás ni a sí mismo por el error cometido, llámenme así. Uno ha de asumir sus errores, y hacer lo posible para no cometerlos de nuevo. Sinceramente, no dispongo de medios para deshacerme de esta maldita mala memoria. Ilumínenme ustedes, seres histéricos...

Porque es histeria lo que en realidad irradian muchos de sus ojos. No es mi intención hacerme el listo; no se me da bien, y no me creo mejor ni peor que nadie.

Pero lo cierto es que es histeria pura y dura lo que albergan muchas mentes. Histeria parapetada, eso sí, tras palabras y gestos de determinación, de suficiencia, de seguridad en uno mismo... Histeria provocada por lo que es el meollo del asunto, el descontrol. Supongo que es humano el tratar de mantener el control sobre nuestra vida. Humano equal absurdo, incluso ridículo. Porque es totalmente imposible controlar ciertas facetas, situaciones concretas. Hay factores externos determinantes. Y son externos, por lo que no podemos ejercer poder sobre ellos. Podemos tenerlos miedo si queremos, pero no controlarlos. Así que... ¿para qué tratar de controlar absolutamente todo lo relacionado con nuestras vidas cuando por definición esto es imposible? Acaso para que la frustración sea algo viable, esperable incluso. Para permitir que la histeria haga acto de aparición de cuando en cuando. O para desterrar la felicidad. ¿Yo qué sé? Tampoco me importa. Tal vez después de todo, sí que soy un pasota...

viernes, 11 de mayo de 2007

La Anunciación


Quería que la noche fuese perfecta. Así lo necesitaba. Llevaba meses dándole vueltas al asunto, y por fin llegaba la noche...

La carta mostraba una buena selección de manjares; eso sí, el precio era algo elevado. Aún así, hay veces en que el corazón grita más alto que la cabeza -en mi caso, ocurre demasiado a menudo- y cuando la ocasión bien lo merece, el dinero es la última de las preocupaciones.

Como en una nube, conversamos largo y tendido mientras se sucedían las idas y venidas del mètre, degustando el fino sabor del buen vino que se diluía entre las palabras...

Cuando quise darme cuenta había llegado el momento. No había nada escrito, nada planeado. Desapareció el mundo. Huyeron los demonios ante el Ángel cuando el corazón me dio la señal. Aún tenía resto de dulce sobre los labios. Abrí la bolsa de plástico, saqué el sobre y se lo acerqué a las manos: pedazos de mi alma; mi pasado, presente y futuro, convertidos en tinta y vertidos sobre el papel. Letra de letrado, renglones divinos. Biseccionado el espíritu ardiente, bebí sus lágrimas con la mirada. La cajita en mis manos; brotaron en mi boca las cuatro palabras más bellas jamás pronunciadas. Ruego, compromiso, ofrenda: La Anunciación...
Más tarde, en la habitación, descansaban nuestros cuerpos en comunión. La abracé, y sentí su profunda respiración dormida sincronizar con mis pulmones. Deslicé mi mano bajo las sábanas, hasta llegar a sus dedos. Y sí, allí se hallaba aún. Uno para dominar mi corazón. No había sido un sueño...

jueves, 10 de mayo de 2007

Vehemente


Casi nunca suceden las cosas como uno pudiera desear.
Los acontecimientos tienden a precipitarse, y raramente avisan de ello. Cuando la realidad nos abofetea con crueldad suele ser demasiado tarde.
Vehemente.
Así me llamaron. Así calificaron mi discurso, y mis maneras. ¿Cómo fueron entonces sus formas? Porque muchas veces es más importante o trascendente la forma que el contenido.
Pensaron que podrían engañarme. Pero aunque torpe, conservo una buena vista.
Resulta duro dar las cosas por sentado: son muchas las decepciones.
Di por hecho que merecía la verdad. Que merecía un respeto.
El comprender un hecho implica considerar lícitos sus orígenes, su gestación y su manifestación. Pero en ningún caso conlleva el aceptarlo, asimilarlo ni considerarlo agradable. Lo hecho, hecho está. Entiendo el por qué, pero no el cómo. Por favor, que no me pidan compartir ese secreto a voces. Atenuado por el tiempo, y por las muchas horas de desgaste mental, he aprendido a vivir con el puñetazo y, ciertamente, duele menos. Habiendo considerado siempre la empatía como una grandísima virtud, juro que he hecho un gran esfuerzo. ¿Por qué entonces las mentiras? ¿Qué quieren de mí?
Es muy fácil usar las palabras como dardos brutales: me acercaron el cepo, y mordí el queso. ¡Qué estúpido soy a veces! Y qué injusto el corazón de las personas, tan propenso a aniquilar el uso de la razón... Lo más duro fue certificar que las circunstacias están muy por encima, y que ha desaparecido su savoir faire...
Vehemente.
¿Seguro?

Los tres pies al gato

Hola.

Hay gente que por algún motivo que desconozco, está especializada en buscarle los tres pies al gato, siempre, en cada ocasión. Esta gente es capaz de observar miles de detalles que, por ejemplo para mí, pasan desapercibidos. Tal vez sea yo tonto. Es más que probable.
Pero al margen de mi supuesta estupidez, lo cierto es que esta gente de la que hablo saca cualquier cosa de quicio. A veces pienso que tal vez la cuestión es su imposibilidad de vivir sin problemas. Toda la información que les rodea es filtrada por sus mentes, las cuales transforman lo sencillo en múltiple; lo simple, en complejo; lo fácil, en difícil. Estas personas están siempre alerta, dispuestas a ver lo inverosímil, lo rebuscado, lo sospechoso, para magnificarlo y adorarlo: lo absurdo se derrama por su boca, y se adquiere el color de lo dogmático. ¿De verdad es tan inalcanzable la estabilidad emocional? Porque en ocasiones es ciertamente de locos esa puta obsesión por sacarle punta a todo, racionalizando lo incoherente; credo quia absurdum...
Lo peor del asunto es que creo que me están contagiando su mal. El virus de la paranoia me hace darle tantas vueltas a ciertas cosas... Finalmente, lo que nunca estuvo ahí, cobra vida ante mis ojos, y ¡es tan real! Casi tangible.
Pero estoy automedicándome. Mentalmente me recrimino mis neuras, y la mayoría de estas veces en que me transformo en uno de esos buscadores de pies acabo riéndome de todo. No pienso rayarme nunca más con esas tonterías. La vida es compleja, pero pienso disfrutar de la simpleza de ciertas cosas, sin buscarle los tres pies al gato...